Un paseo por el mar, un paseo hacia lo que fuimos

10/08/2007
Un paseo por el mar, un paseo hacia lo que fuimos
Una hilera de curiosidad hace cola en el pantalán de Zumaia. Familias, parejas, autónomos/as, castellanos parlantes, bilingües y ahorrapalabras: de todo hay. Y todos y todas esperan al Jonnhy Maracas, el barco que nos hará navegar hasta Deba. Antton sujeta el timón, y hace rugir el motor del Maracas, que funciona a la perfección después de la puesta a punto de Aitor. Detrás, espera su turno Estela, la científica azkoitiarra que habla mejor castellano de lo que ella cree. Avanzamos hacia mar adentro, con la intención de hacer un paseo por la historia narrada por paisajes. Un paseo que puede que nos deje indiferentes. Indiferentes: porque tanta belleza nos puede cegar, y así es tarea ardua asimilar toda la historia que acoge nuestro pequeño paraíso virgen.

De esta guisa abandona el pantalán el Maracas, rodea la Paola y se adentra en el mar, haciendo balancear el barco y nuestros estómagos. Cada vez el mar se ve más grande y los acantilados demuestran todo su esplendor. De aquí en adelante nuestra labor se limita a guardar el equilibrio, sacar fotos y disfrutar del privilegio de vivir en esta nuestra parte del planeta.

Poco después aparece en escena Estela, la integrante del Centro de Interpretación Algorri de Zumaia. Sus primeras palabras: “El acantilado llama la atención porque todo está en capas, en estratos, a eso le llaman flysch : una palabra alemana que significa deslizamiento; la primera lección de las muchas que nos impartirá durante el viaje. Prosigue Estela afirmando que todas las capas que se forman debajo del mar y tengan alternancia de capa dura con capa blanda, se llaman flysch.

De aquí en adelante, uno hace suyas las palabras de la experta, con la valentía (o inconsciencia) que otorga el poder de la pluma. Así, pues, avanzamos por la costa que se encontraba antiguamente debajo del mar. El flysch no sólo se encuentra en la costa vasca; también lo podemos encontrar en el interior. Eso es apreciable en las autopistas o en cualquier obra que se haga en la tierra. Eso significa que hasta muy adentro de Euskal Herria llegó el mar. Por ello, si queremos encontrar restos de dinosaurios tenemos que ir hasta la zona de Rioja; aquí solo encontraremos restos de especies marinas. La historia confirma, así, la estrecha relación de Euskal Herria con el mar.

El recorrido de entre Deba y Zumaia va a ser declarado en breve biotopo protegido: una categoría de parque natural. Básicamente se quiere proteger la zona para que no sea urbanizada y para que la pesca profesional no la arrase. Esta zona posee un gran valor geológico, biológico y geomorfológico y por ello se ha querido proteger desde hace mucho tiempo. Un cormorán vuela a nuestro lado, como asintiendo a las explicaciones de la experta.

Valor geológico

Es tan grande el valor de la zona, que dicho valor ha sido dividido en tres aspectos por los expertos. El primero de ellos es el valor geológico y, para comprenderlo, hay que remontar hasta los tiempos de cuando Euskal Herria estaba sumergida en el mar, y la península Ibérica no era península, sino isla.

Al tiempo, debido a un gran choque de placas tectónicas, se levantaron lo que actualmente son los Pirineos. Tal fue el choque que, además del Pirineo, alrededor la superficie se levantó también.

Por otro lado, es sabido que todos los ríos desembocan en el mar y poco a poco van almacenando sedimentos en capas. Junto a ello, los restos de los animales se acumulan, fosilizados. Así, se van formando capas y capas durante años. De esta forma, cada capa que se puede ver en estos acantilados recoge todos los sedimentos y conchas fosilizadas de cada 10.000 años. Eso hace de nuestra costa un museo al aire libre.

Por ello, esta zona es preferida por los geólogos porque el mar deja al descubierto todas estas capas y no hay que perforar para poder analizar las muestras. Pero, esta zona en particular, se distingue del resto de la costa vasca porque se pueden apreciar claramente las capas creadas desde hace 100 millones de años hasta hace 50 millones de años. En otras zonas, las capas de distintas épocas se mezclan de manera caótica; pero en esta zona se puede ver el desarrollo durante esos 50 millones de años con total claridad y sin ningún intervalo. Digamos que en otros sitios encontramos páginas sueltas del libro de la historia, pero en esta zona podemos encontrar capítulos enteros sin interrupción. Es la zona de entre Deba y Zumaia la única que conserva esta continuidad; esta zona es un libro abierto.

Valor geomorfológico

Dicho de otra manera, es el valor del paisaje. Y lo único que podemos encontrar aquí son acantilados y más acantilados. Todo ello ha sido causado por la erosión del mar, que ha ido comiendo las montañas. Así, lo que se conoce como rasa mareal sigue hasta mar adentro y no es más que la continuación del flysch, que la mar ha ido erosionando, formando líneas de capas. La rasa mareal de entre Deba y Zumaia esta considerada como la más ancha de Europa, porque abarca 8 kilómetros.

Y, así es, el paisaje es tan impresionante que hace marear, como le ha ocurrido al niño rubio, primera víctima de los balanceos del barco.

Valor biológico, también…

Aunque no hayamos visto mucho movimiento en la superficie, justo en la parte de la rasa mareal están catalogadas más de 250 especies de animales y algas. Estas especies son las mismas que podemos encontrar en el Cantábrico. Aun así, la rasa mareal hace que, entre los huecos formados por la erosión de las capas más blandas y la resistencia se las más duras, los animales encuentren protección. Por ello, los animales tienen aquí nichos biológicos muy buenos y la biodiversidad es muy abundante, bastante más abundante que otras zonas; por ello, la insistencia de proteger la zona. Además, la fauna que vive en la zona intermareal es distinguida en esta zona porque, cuando baja la marea, muchas especies se “asientan” en tierra o en pozos, hasta que la marea vuelva otra vez. Es el caso de las lapas, babosas, pulpos etcétera.

Las septáreas de Deba

Cerca de las playas de Deba, cuando los acantilados se tornan más oscuros, se encuentran las curiosas septáreas.

En las capas de arcilla de la parte de Deba que son más oscuras aparecen unos nódulos (piedras redondas). Éstos presentan unas grietas en el interior, como si hubiesen explotado. Hoy en día, esas grietas se hallan cristalizadas. A primera vista, parecen piedras con dibujos de estrellas en el interior. Esta cristalización se debe a que, cuando los nódulos explotaron por dentro a causa de la relajación, se encontraban en el fondo del mar; por ello, el agua del mar se introdujo en las grietas, reaccionando con la arcilla y llenándose de calcita. Un tesoro más de la costa de nuestra villa.

Después de llegar a la par de la playa de Santiago de Deba, el Maracas se gira y nos da, de camino de vuelta a Zumaia, una segunda oportunidad de disfrutar de lo que se nos ha escapado a la ida.

La incógnita de los dinosaurios

Una última sorpresa nos espera antes de atracar otra vez en Zumaia. En la parte de Zumaia, la pared rojiza más saliente acoge una de las capas más interesantes de la zona. Esa capa recoge los sedimentos de hace 65 millones de años, la época de la desaparición de los dinosaurios. Los expertos han encontrado iridio en ella y, como el iridio sólo se encuentra en el espacio, la teoría de un choque de meteorito como causa de la extinción de los dinosaurios ha salido reforzada. Así, en las capas anteriores a esta época aparecen fósiles de muchas especies, como los ammonites, pero después de esta capa no hay rastro; en ello se basan los expertos que abogan por un choque de meteorito como motivo de la extinción de muchas especies, entre ellas los dinosaurios.

Nuestro viaje termina con un cálido aplauso para Estela, a petición de Antton, que hace ruborizar a la experta. Ha sido una hora y cuarto de balanceos, naturaleza, historia, lecciones de ciencias ambientales y, sobre todo, una hora y cuarto para privilegiados.